domingo, 23 de junio de 2013

Timbuktu - Paul Auster

The dog was a nervous wreck by then. His heart had jumped through a hundred hoops of dread and despair, and when he understood that a reprieve had been granted, that the hour of reckoning had been pushed back a little longer, he nearly collapsed with exhaustion. It was all too much for him. When he saw his master sit down on the ground and lean his back against the walls of Poland, he had vowed to stay awake, to keep watch over him until the bitter end. That was his duty, his fundamental responsibility as a dog. Now, as he listened to the familiar dirge of Willy's snoring, he couldn't resist the temptation to close his eyes. The tranquilizing effects of the sound were that powerful. Every night for seven years, Mr. Bones had drifted off to sleep on the waves of that music, and by now it was a signal that all was right with the world, that no matter how hungry or miserable you felt at that moment, the time had come to put aside your cares and lfoat into the land of dreams. After some minor readjustments of position, that was precisely what Mr. Bones did. He laid his head on Willy's stomach, Willy's arm involuntarily lifted itself up into the air, then came down to rest across the dog's back, and the dog fell asleep.


Contrariamente a lo que el título parece indicar, la historia no se desarrolla en Mali, sino en la costa este de Estados Unidos, y  contrariamente a lo que uno podría pensar, el protagonista es un perro. Sí, el que está en la tapa, se presume.

Mr. Bones es un perro délmer, como se dice allá en Paraguay: Délmer Cado. Es un perrito sin raza definida que tiene de dueño a un vagabundo, que es poeta y está obsesionado con la Navidad y la figura de Papá Noel. Los dos emprenden un viaje desde Brookleyn a Baltimore para encontrar a la profesora de inglés de la secundaria de Willy G. Chistmas (tal su nuevo nombre), para que se haga cargo de sus manuscritos, ya que presiente su inminente muerte.

No tienen ni un poquito de suerte. Mr. Bones empieza a andar por el mundo. sin dueño, como un ronin. Como es un can muy inteligente y práctico, sale de Baltimore solito y llega a Virginia. Claro que encuentra con nuevos problemas, y encima, empieza a tener sueños que lo llenan de remordimiento y culpa por haber dejado a Willy. ¡Qué vida de perros!

La historia sigue y Mr. Bones encuentra nuevos dueños, se mete en nuevos problemas (incluido un altercado con el dueño de un restaurante chino, que nuestro protagonista piensa que lo va a cocinar), riega amor y cosas lindas.

La prosa de Auster, a veces fragmentaria, busca imitar la forma de pensar resquebrajada de un perro que, pobrecito, vive como un perro. El narrador está agarrado de la cola de Mr. Bones como un globo, y describe una trayectoria errática, tanto como la del perrito y su dueño. Con todo esto, Auster intenta hacernos pensar sobre los límites y las potencialidades de nuestra vida, las elecciones que hacemos y sus consecuencias.

Pero...lamento decir que la comparación con The Call of the Wild de Jack London es inexpugnable. En esta lista ya nos había tocado un libro en el que tenemos un protagonista perro que piensa y siente como un humano. Ahora bien, Timbuktu pierde por goleada. Cuando lo quieran guardar en la biblioteca, pónganlo debajo del libro de London.


Puntuación: 5/10 ulis.

Leer después de: ver Todos los perros van al cielo.

Próximo libro: July's People, de Nadine Gordimer.