jueves, 20 de marzo de 2014

Fundación - Isaac Asimov

R. Considere que Trántor tiene una población de más de cuarenta mil millones. Considere también que la tendencia que nos lleva a la ruina no pertenece únicamente a Trántor, sino a todo el imperio y éste contiene cerca de mil billones de seres humanos.
P. Comprendo. Entonces quizá cien mil personas puedan cambiar la tendencia, si ellos y sus descendientes trabajan durante quinientos años.
R. Me temo que no. Quinientos años es muy poco tiempo.
P. ¡Ah! En ese caso, doctor Seldon, sus declaraciones no estaban encaminadas a esta deducción. Ha reunido a cien mil personas en los confines de su proyecto. Son insuficientes para cambiar la historia de Trántor en quinientos años. En otras palabras, no pueden evitar la destrucción de Trántor hagan lo que hagan.
R. Desgraciadamente, tiene usted razón.


OK. Puede ser cierto que yo no sea el mejor lector de ciencia ficción. Me gusta mucho leer literatura de divulgación científica, leer sobre la filosofía de la ciencia, escuchar el podcast de Neil deGrasse Tyson, y pucha, Cosmos es mi libro favorito en todo el universo. Es cierto también que si no fuera por las pelis posapocalípticas, tampoco miraría mucha ciencia ficción en la pantalla. Muchos nerdos me recomendaron este libro y me juraron y perjuraron que me encantaría. Admito que las primeras cien páginas me cautivaron, pero sabiendo que puedo elegir, sé que no voy a leer el resto de la saga. Y aquí explico por qué.

La historia de Fundación gira en torno a la idea de que en el futuro muy muy lejano los humanos hemos colonizado la galaxia. Somos tantos, estamos tan desperdigados por el cosmos y ha pasado tanto tiempo desde que nos aventuramos por el vacío que ya ni nos acordamos de dónde vienen los humanos. Sí, es cierto: nadie recuerda que todo salió de la Tierra.

Así como parece que nuestra raza prospera, la verdad es que el imperio galáctico se está debilitando por el propio peso de los virreinatos -nuestras subdivisiones administrativas- en las afueras de este macroestado. En ese contexto, existe un experto en una nueva disciplina de las ciencias sociales, la psicohistoria. Esta ciencia es una mezcla de historia, psicología social, sociología y...¿alguna ciencia natural? La psicohistoria permite a quien la domina predecir el futuro con un margen de certeza impresionante, y todo porque se centra en grandes conglomerados de seres pensantes moviendo el curso de la historia hacia un lado u otro.

Y otra vez volvemos con esto de poder predecir hechos futuros y el determinismo y el libre albedrío. Supongamos por un momento que existe cierto margen de maniobra; pues bien, para la psicohistoria eso no importa, porque aunque un individuo sepa qué es lo que se ha previsto para la humanidad entera, él solo no puede cambiarlo, ni aunque se una a una gran multitud de gente. Y las predicciones de la psicohistoria son bastante específicas y para nada ambiguas, así que tampoco es que hacen la trampa del astrólogo.

Todo este asunto me dejó pensando...hasta que me terminé el café con leche y llegué a la conclusión de que es una ridiculización de las ciencias sociales. ¿Por qué? Pues porque pretende que si las ciencias sociales utilizaran los mismos métodos de las ciencias naturales, entonces podría hacer el mismo tipo de predicciones. Y ahí es donde uno se da cuenta de por qué no le gustan tanto los cientistas naturales: porque los tipos se creen tan capos y tan perfectos que la impredecibilidad de los hechos sociales les parecen un escollo irresoluble que invalidad toda ciencia social.

Pues no. Y ahora me vengo dándole una calificación un poco más baja al libro.


Puntuación: 6/10 ulis.

Te lo recomiendo si: te gustan por igual Game of Thrones y Mad Max.

Próximo libro: Billy Liar, de Keith Waterhouse