lunes, 17 de diciembre de 2012

Los Cachorros - Mario Vargas Llosa

También a ellos, Cuéllar, que al comienzo nos cuidábamos, cumpa, comenzó a salírseles, viejo, contra nuestra voluntad, hermano, hincha, de repente Pichulita y él, colorado, ¿qué?, o pálido ¿tú también, Chingolo?, abriendo mucho los ojos, hombre, perdón, no había sido con mala intención, ¿él también, su amigo también?, hombre, Cuéllar, que no se pusiera así, si todos se lo decían a uno de le contagiaba, ¿tú también, Choto?, y se le venía a la boca sin querer, ¿él también, Mañuco?, ¿así le decíamos por la espalda?, ¿se daba media vuelta y ellos Pichulita, cierto? No, qué ocurrencia, los abrazábamos, palabra que nunca más y además por qué te enojas, hermanito, era un apodo como cualquier otro y por último ?al cojito Pérez no le dices tú Cojinoba y al bizco Rodríguez Virolo o Mirada Fatal y Pico de Oro al tartamudo Rivera? ¿Y no le decían a él Choto y a él Chingolo y a él Mañuco y a él Lalo? No te enojes, hermanón, sigue jugando, anda, te toca.


Lo primero que se me ocurre decir es que fue insoportable de leer. Creo que se darán cuenta viendo el fragmento que puse arriba que está todo, precisamente, fragmentado. Se mezclan las voces, los tús, los yos, los parlamentos, todo. También vale decir que es un relato que está a medio camino entre un cuento y una novela, y no es ni lo uno ni lo otro...y eso está bueno, porque creo que nadie se bancaría una novela entera en este estilo.

Habiendo dicho esto, la verdad es que el tópico central y su tratamiento son geniales. Tenemos a Pichula Cuéllar, nuestro protagonista. Para aquellos más o menos habituados a las malas palabras del Perú, sabrán que pichula hace referencia nada menos que al miembro reproductor masculino. El apodo que le ponen a nuestro protagonista, entonces, tiene todo que ver con eso: sufrió una castración.

Este hecho luego da lugar a una alegoría, el de la castración que sufren los individuos en la sociedad. Por lo menos, así lo entendí yo. En Los cachorros tenemos a una sociedad representada por los amigos de Cuéllar que lo único que hacen es reproducir las convenciones sociales. Son el estereotipo del estereotipo, personajes que hacen todos los días las mismas estupideces que uno esperaría de ellos. Cuéllar no encaja aunque lo intenta, y ahí se encontrará el nudo del libro.

Los cachorros es un poco una novela coming of age, de crecimiento y desarrollo. Pero también es una crítica a las instituciones sociales, a las convenciones, y nada hay más representativo de ello que la represión sexual (haremos un guiño más que obvio a Foucault, lo siento) y al deseo sexual banalizado del grupo de amigos de Cuéllar.

Más allá de todo esto, no puedo dejar de pensar en lo insoportable que fue leer este libro. Estoy seguro de que a mucha gente le gustará, pero debo admitir que no es mi tipo de libro. Para nada. Para una crítica a las instituciones y su reproducción recomiendo mil veces más La filosofía como arma de la revolución de Louis Althusser, un libro fenomenal escrito por un tipo que estranguló a su esposa sin querer queriendo mientras le masajeaba el cuello (!).


Puntuación: 4/10 ulis.

Me gustaría debatirlo con: John Bobbitt

Próximo libro: The Great Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald.

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