domingo, 15 de julio de 2012

1984 - George Orwell

(...) As short time ago as February, the Ministry of Plenty had issued a promise (a "categorical pledge" were the official words) that there would be no reduction of the chocolate ration during 1984. Actually, as Winston was aware, the chocolate ration was to be reduced from thirty grams to twenty at the end of the present week. All that was needed was to substitute for the original promise a warning that it would probably be necessary to reduce the ration at some time April.


Un libro atrapante. ¿Por dónde empezar? Este libro de Orwell es tan rico, tan opuesto a "chato", que admite miles de lecturas posibles. Hay muchas aristas, muchos disparadores para la reflexión y el debate; tantos, que creo que todo el mundo disfrutaría este libro, y por las más diversas razones.

Encima de todo, las dimensiones más prominentes corresponden a dos de las cosas que más me gustan en este mundo: la política y el lenguaje.

Empecemos por la primera dimensión: la política. Decir hoy que 1984 es una crítica demoledora del "socialismo real" es una verdad de Perogrullo. Ya cayó la Unión Soviética, se desclasificaron un montón de archivos de la era estalinista y ya todos sabemos lo que pasó. Goldstein es, a las claras, Trostky (o sea, Bronstein). Creo que podemos decir algunas cosas más.

Para empezar, el ojo observador encontrará que en 1984 se destila bastante fraseología comunista, y no sólo en las partes que hacen referencia al Partido o al libro de Goldstein, sino también en habla cotidiana de los protagonistas. Para mí esto es una referencia al poder de la sujeción (y no sugestión), que da pie a pensar hasta qué punto 1984 no es una crítica mordaz a la sociedad soviética, sino, en realidad, a todas las sociedades del mundo, incluidas (y sobre todo) las capitalistas. Porque hay coacción, mucha coacción, pero también hay coerción y hay sujeción. Orwell se dio cuenta de que si la Unión Soviética no caía (y si el capitalismo no cae) no es sólo porque hay policía espiándonos todo el tiempo, ni represión estatal en cada esfera de la vida: nosotros interiorizamos la ideología. Las prácticas son fundamentales para que creamos (gritarle loas al Partido todos los días, preparar las festividades para la Hate Week, participar de actividades comunitarias, etc.), y al final terminamos convencidos de que es el mejor régimen posible. La virtud de Orwell fue la de exagerar este mecanismo, aunque si uno se fija bien, está presente en todos los ámbitos de la vida.

El libro es también una crítica al marxismo. Tenemos, por ejemplo, esa imagen (vulgar, unidimensional, banal y vacía) del burgués con galera y frac que nos hace reír en 1984. ¿Cómo la gente podía ser tan tonta como para creer que los capitalistas eran así antes de la revolución? ¿Pero saben qué? ¡Hoy en día sigue siendo igual! El marxismo más ortodoxo y acartonado disfruta con la representación de un burgués con galera y frac, y no se da cuenta de que esa imagen es una sobresimplificación de la clase dominante, y peor, minimiza la lucha de clases. Porque sí, hay clases en el comunismo. Y si hay clases, hay guerra de clases. Ni hablar de la ridiculización del lumpenproletariado (the proles).

Encima de todo, 1984 sin duda se adelanta a desarrollos sociales en el siglo XX. Pensemos, por ejemplo, en cuántas veces se nos ha dicho que los yugoslavos y los checoslovacos gozaban de estándares de vida un poco más elevados que la media en el mundo comunista, lo cual les permitía viajar y que luego daría como resultado que esas sociedades estuvieran más al tanto de lo que pasaba del otro lado de la Cortina de Hierro, lo que a su vez llevaría a que se rebelaran más pronto contra sus regímenes. Se adelanta a la Revolución Cultural en China, donde los niños denuncian a sus propios padres y profesores como agentes reaccionarios. También se adelanta a esa inentendible carrera armamentística que nos sigue afectando al día de hoy, cuando existen suficientes armas atómicas para destruir cientos de planetas como el nuestro. ¡Y al debate sobre las cárceles! Pucha, sí que hay mucho para decir.

En suma, nos hace pensar en lo efectivo que resulta alterar todas las relaciones sociales. ¿No es apasionante y perturbador al mismo tiempo? Pero lo que resulta más simpático (por decirlo así) es la importancia de los sentidos en el 1984. Porque pueden intentar borrar el pasado eliminando todos los archivos y demás, pero los sentidos y lo que adquirimos a través de ellos les juegan en contra. Ese aroma que nos retrotrae a la infancia, o ese gusto en el paladar que nos transporta a lugares remotos, o aquella melodía que nos recuerda a días pasados...¿cómo hace uno para enfrentar una fuerza tan irresistible?

En lo que concierne a la dimensión del lenguaje, no hay menos para decir, pero como sé mucho menos al respecto, sólo me queda una pequeña reflexión. ¿Alguna vez tuvieron esa extraña sensación de no poder percibir un sentimiento cuando no tienen la palabra adecuada para expresarlo? ¿O la frustración que causa no poder transmitir una sensación a otra persona que no habla nuestro idioma? Pues creo que eso es lo más terrible que pasa en 1984: hay cada vez menos palabras, ergo, menos sentimientos, menos matices, menos finesse. Es muy triste.

Para terminar, un par de anécdotas:
1) Me compré el libro usado por Internet, y me vino con una foto de una parejita muy yanqui en su prom night. Es raro tenerla, pero tampoco la puedo tirar.
2) En otra edición en inglés del libro leí que hubo problemas en su momento con la edición argentina, porque los editores locales hicieron notar que las diferencias entre el español y el inglés harían que la versión local tuviera un tono mucho más agresivo que el original. Se quejaban, en particular, de que el libro sería censurado a menos que se mitigaran varios pasajes donde la supuesta mayor virulencia del español resaltaba. Orwell le contestó a su agente que el propósito del libro era, justamente, denunciar ese tipo de cosas.

Puntuación: 10/10 ulis

Con quién me gustaría debatirlo: Noam Chomsky

Próximo libro: The Sound and the Fury, de William Faulkner

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