jueves, 1 de noviembre de 2012

Le Petit Prince - Antoine de Saint-Exupéry

  — Mais qu'est-ce que signifie « éphémère »? répéta le petit prince qui, de sa vie, n'avait renoncé à une question, une fois qu'il l'avait posée.
  — Ça signifie « qui est menacé de disparition prochaine ».
  — Ma fleur est menacée de disparition prochaine?
  — Bien sûr.
Ma fleur est éphémère, se dit le petit prince, et elle n'a que quatre épines pour se défendre contre le monde ! Et je l'ai laissée toute seule chez moi !
Ce fut là son premier mouvement de regret. Mais il reprit courage:
  — Que me conseillez-vous d'aller visiter? demanda-t-il.
  — La planète Terre, lui répondit le géographe. Ella a une bonne réputation...
Et le petit prince s'en fut, songeant à sa fleur. 


Tratándose de uno de los libros más leídos del mundo, se me hace muy difícil decir algo que nadie haya dicho. Ninguna impresión, sensación ni observación va a ser mía propia, porque seguro que miles y miles de personas habrán sentido algo muy similar. Por un lado, eso está bueno, porque Le Petit Prince es una de esas pocas cosas tan universales (por lo menos en Occidente), que todos compartimos, que nos da una sensación de comunión total. Leer este libro es pertenecer a una cultura larga y ancha (y más o menos vieja) que cada tanto siente que, de verdad, lo esencial es invisible a los ojos.

Aunque por donde se lo mire parece un libro infantil y sin duda hasta un niño lo disfrutaría, creo que yo por lo menos no lo habría disfrutado tanto como lo disfruté leyéndolo ya adulto. Curioso, ¿no? Le Petit Prince es un llamado de atención a todos los adultos, que muchas veces olvidamos cosas tan básicas y lindas como mirar por la ventana cuando viajamos en tren por estar haciendo cosas como contabilizar cada ítem que podamos (como los libros que tenemos leídos de una lista ridícula).

Siento que leí Le Petit Prince en el momento adecuado. Estuvo mucho tiempo esperándome paradito en los estantes de mi escritorio desde aquella vez que en una clase de japonés me dieron un fragmento y unas reflexiones del tipo que había confeccionado el ejercicio de comprensión escrita. Me acuerdo que yo, como cualquier adulto, pensaba que el célebre dibujo que hacía el narrador al principio del relato era un sombrero, y no una boa que se había comido un elefante. Desde entonces (habrán pasado unos 4 o 5 años) puse la copia que me dejó mi tía en el estante con todos los libros que ameritaban una lectura más urgente.

Pasaron los años y nuevos libros fueron ocupando los lugares de aquellos que fui leyendo. Este en particular se quedó, porque aunque era corto, estaba en francés y la verdad es que me daba un poco de fiaca. Pero esta vez no se me escapó y tuve que leerlo. Creo que es un libro al que no se le puede escapar indefinidamente, porque alguna vez te agarra.

Me da mucha pena pensar que un libro tan lindo se haya escrito en una época tan dramática. El autor, Antoine de Saint-Exupéry, era piloto mientras se libraba la Segunda Guerra Mundial. Yo creo que eso algo tiene que ver, porque no puede deberse a la casualidad que en una época turbulenta uno quiera pensar en la niñez como el refugio de todo lo inocente y puro, de todo lo bueno y honesto. Mientras la humanidad siga metiéndose en asuntos brutales y frívolos, Le Petit Prince no perderá la vigencia.


Puntuación: 10/10 ulis

Recomiendo leer cuando: la vida te lo ponga en las manos.

Próximo libro: Oroonoko de Aphra Behn, o Lord of the Flies de William Golding.

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